Las fallas infantiles fueron creadas por los propios niños. A finales del siglo XIX, los habitantes más jóvenes de Valencia construían sus propias fallas con cajas de cartón y muñecos, o simplemente con trastos viejos, y las plantaban en las calles y plazas de la ciudad para quemarlas el día de San José. Recorrían las calles pidiendo materiales para su monumento y colaboración económica para pagar los gastos de su fiesta, como los fuegos artificiales de la cremà. Se hizo tradicional el grupo de niños que iban por las casas recogiendo trastos viejos cantando la canción: “¿Hi ha una estoreta velleta ‘pa’ la falla de Sant Josep, el tio Pep?” (¿hay una alfombrita vieja para la falla de San José, el tío Pepe?).
Pero la complejidad que iba adquiriendo la fiesta de las Fallas, que obligaba a reglamentar cada vez más la fiesta acabó con estas primeras fallas infantiles. Las fallas infantiles realizadas por los propios niños desaparecieron del todo en los años cincuenta, cuando en 1952 se obligó que cada falla adulta “tutelara” una falla infantil. Desde entonces, cada comisión fallera planta en su demarcación una falla grande y otra infantil, y los niños perdieron el control de su fiesta, que pasó a depender de los mayores.
Sin embargo, no se ha perdido del todo esa antigua manera de vivir la fiesta. Muchos niños valencianos siguen construyendo fallas, pero en el colegio, antes de las vacaciones de la semana fallera. Por otra parte, la recogida de trastos viejos para quemarlos se sigue realizando en muchas comisiones falleras como un acto más de la fiesta. Actualmente se le conoce como cant de l’estoreta, por la canción que entonaban los niños mientras pedían algo para quemar. Podemos encontrar viva esta antigua tradición en los concursos de las fallas Blocs Platja y Plaza del Árbol de Valencia, y de la Falla Sant Roc de Torrent.
Volviendo a la falla infantil propiamente dicha, desde hace décadas la construye un artista fallero, al igual que las fallas grandes. Como son para niños, la cremà de las fallas infantiles se hace a una hora más adecuada para ellos: las diez de la noche. Tienen un tamaño limitado hasta tres metros en todas las dimensiones, y su lema suele tener relación con el mundo infantil. En los últimos tiempos proliferan los monumentos inspirados en los personajes de Disney y de la televisión, aunque también se tocan otros temas como los cuentos tradicionales, la familia y sus preocupaciones. Una falla infantil está compuesta por pequeños ninots a los que pintan caras muy graciosas, lo que le da al monumento un encanto especial. No suelen tener la forma alargada de las fallas grandes, sino más bien ocupan una base más o menos circular cargada de una buena cantidad de ninots que le dan un aspecto más denso que el de una falla grande. Los monumentos de las categorías mayores pueden tener decenas de muñequitos encima y alrededor de la figura central. Como recomendación cabe decir que no hay que perder la ocasión de contemplar de cerca una falla infantil, y menos la de la Plaza del Ayuntamiento y las de las secciones primera y especial. No por ser infantiles van a ser poca cosa: alguna ha llegado a costar hasta 180.000 euros (la de Nou Campanar de 2008); sin embargo, estos extremos tampoco son habituales.