Viendo tal muchedumbre que desfila en la Ofrenda de Flores de las Fallas, resulta difícil imaginar que todo empezó espontáneamente cuando, el 19 de marzo de 1941, un grupito de falleras se vistió de huertana, se puso una mantilla en la cabeza y llevó flores a la Virgen de los Desamparados. ¡Y las dejaron dentro de la Basílica! Si lo hicieran así ahora, no entraría tanta flor ni sacando el altar y los confesionarios a la calle. A lo que hicieron estas jóvenes de los años cuarenta lo llamaron Fiesta de la Clavariesa, y consistió concretamente en que acudieron a la capilla, asistieron a una misa, realizaron la ofrenda y a cambio recibieron unos panes benditos que, subidas en landós, ofrecieron al arzobispo, al prior de la Virgen, al capitán general, al gobernador civil, al alcalde y al jefe del Movimiento. En aquella época, un acto como este con sentido religioso y peloteo a las altas esferas, lógicamente gustó mucho.
Así pues, la Fiesta de la Clavariesa volvió el 19 de marzo de 1942. La fallera mayor de València, María Luisa del Prat, acudió junto a su corte de honor a la capilla de la Virgen de los Desamparados, todas vestidas de valenciana y con mantilla. También participaron falleras mayores y presidentes de algunas comisiones falleras. Se celebró una misa y después se entregaron ramos de flores como ofrenda a la patrona de València.
El día de San José de 1943 el acto se repitió. Ese año, la fallera mayor de la Falla San Vicente-Falangista Esteve (hoy San Vicente-Periodista Azzati), Pepita Pérez, quiso darle a la Virgen el ramo de flores que le había regalado su comisión por su santo. Su presidente, algunos miembros de la falla y la banda de música de Massarrojos le acompañaron, desfilando por la calle San Vicente hasta la Basílica para realizar la ofrenda. La Fiesta de la Clavariesa aún seguía siendo poca cosa dentro de las Fallas, aunque ya iba llamando la atención del público. No obstante tuvo un parón en 1944, cuando se sustituyó por el bautizo del niño más pobre nacido en Valencia el 13 de marzo de este año.
La aparición de la Fiesta de la Clavariesa hizo dar saltos de alegría a los gobernantes franquistas, que veían cómo dentro de una fiesta tan pagana en su origen como las Fallas aparecía un acto católico de los que tanto les gustaban. Así, en 1945 la transformaron en la Ofrenda de Flores aprovechando la llegada del barco fallero organizado por la Casa de València en Barcelona. La tarde del 17 de marzo de ese año, las falleras mayores de València fueron al puerto a recibir a dicho barco, y después encabezaron una comitiva a pie en la que participaron también las “bellezas falleras” de Alicante, Castellón, Madrid y Barcelona, sus cortes de honor, el alcalde de Valencia, representantes de Junta Central Fallera y las comisiones falleras que quisieron unirse al acto. El desfile empezó en el puente de Aragón, llegando a la Basílica de la Virgen siguiendo un recorrido casi idéntico al actual de la calle de la Paz. Las participantes depositaron sus ramos en los escalones que hay bajo el altar (todavía cabían), y escucharon una misa.
Todo era muy bonito hasta que vieron que cada vez había más falleros y falleras que se apuntaban a la Ofrenda, llegando un punto en que se les quedó pequeño el sitio donde la hacían. En efecto, en 1946 participaron unas 3.000 personas de 150 comisiones falleras, y en 1947, al convertirse en acto oficial, se añadió la plana mayor política y de la fiesta: alcalde, presidentes y falleras mayores de las comisiones, Junta Central Fallera… Así pues, con el tiempo y según iba creciendo la procesión hasta la basílica, el acto tuvo que transformarse para absorber a tanta gente y tanto ramo.
Por ese motivo no hubo más remedio que sacar el acto de la Basílica. En 1949 los ramos se colocaron en una estructura cónica de madera junto a la fachada de ese edificio, ya que aquel año ya había tantas flores que si las hubieran dejado dentro hubieran sepultado al capellán. El acto empezó a las 19 horas y se alargó tanto que acabó de noche, por lo que se propuso que empezara antes. Al año siguiente se tomo una medida que resulta curiosa hoy en día, que es prohibir el estacionamiento de vehículos en el recorrido de la Ofrenda para dejar más espacio a los falleros (hoy en día los coches y las Fallas no se llevan muy bien, aunque los primeros estén aparcados).
Llegado 1952 quedó bastante clarito que la Ofrenda de Flores le gustaba bastante a Francisco Franco, pues en ella desfiló su mujer, Carmen Polo. Aquel año el desfile era más largo que el nombre de la fallera mayor de Valencia de ese año (María Rosario Violante Ferrandis-Luna y Álvarez de Toledo) y atraía a un público inmenso, por lo que se instaló megafonía para que todo el mundo se enterara de lo que pasaba (y de quién pasaba, claro) por la plaza de la Virgen. Por aquel entonces el acto ya se consideraba una tradición fallera, a pesar de sus pocos años de existencia.
El tamaño de la Ofrenda siguió creciendo, disparándose desde 1953. De hecho, en 1954 llegaron a desfilar unas 7.800 personas por la plaza de la Virgen, y en 1955 fueron bastante más de 8.000, algunos de ellos en motos Vespa con un arco de flores de adorno, estampa insólita en su momento e incluso hoy en día.
Poco tiempo después, en 1957, ya son 10.000 los participantes en la Ofrenda, por lo que la prensa empieza a decir que ha alcanzado proporciones colosales. Y en vista de que su tamaño no para de aumentar, un periodista sugiere que no desfilen los hombres, pero no le hacen ni caso porque también les gusta mucho salir aunque no lleven ramo. Cinco meses después se produjo la fatídica riada en Valencia, por lo que la Ofrenda de 1958 se tituló “Valencia por España” porque su objetivo era agradecer al Estado su ayuda tras dicha tragedia. Ese año participaron junto a los falleros representantes de las regiones españolas, así como alguna estrella mediática del momento como Carmen Sevilla. La actriz volvería a desfilar en la Ofrenda en 2008 invitada por la Falla de Na Jordana, con motivo del cincuentenario de aquellas “Fallas de la Riada” en que participó.
¿Y qué decir de los años siguientes? Pues lo de siempre, que cada vez desfila más gente: sobre 13.500 en 1960, por ejemplo, y 20.000 en 1966. Este mismo año los niños empezaron a unirse a esa gran procesión, pero llegaron a ser tantos en 1967 que tuvieron que salir los niños por la mañana y los mayores por la tarde del 17 de marzo. Y es que si la Ofrenda ya duraba más de siete horas en 1964, con niños y todo podía ser eterna (sumaban 34.000 personas).
El aumento de número de comisiones de estos años hizo que en 1970 la Ofrenda sumara 55.000 personas, por lo que un solo día de desfile se quedaba corto. Por eso se decidió que los infantiles participaran el 17 de marzo y los mayores el 18 de marzo, medida insuficiente en años sucesivos porque los falleros salían de debajo de las piedras para salir en el acto. Dada la paliza que daba la prensa por la excesiva grandiosidad del mismo, en 1973 se dividió el recorrido en dos: uno por la calle de la Paz y otro por la calle de San Vicente, terminando ambos en la plaza de la Virgen. Y es que la gente no dejaba de salir en la Ofrenda ni con lluvia, como se demostró en 1974.
Con la llegada la democracia a España en la segunda mitad de los años setenta, la Ofrenda ya empieza a ser menos religiosa para los falleros pero seguía creciendo y creciendo. En 1987 el cargamento de flores ya rebosaba, por lo que se encarga al artista José Azpeitia la actual súper-efigie de la Virgen con el niño que se instala en el centro de la plaza. De 15 metros de alto, su cuerpo es un entramado de madera donde se colocan los ramos de flores en él, dibujando un manto cuyo diseño cambia da año. Pero no se quita la estructura de madera de la pared de la Basílica ni mucho menos, porque hay que aprovechar cualquier hueco para poner ramos, que son muchos y van a más.
El susto del aumento de participantes de la Ofrenda continuó año tras año, aunque la cosa se calmó en los años noventa porque crecía a menor ritmo. De hecho, la cifra subía unos años y bajaba otros, aunque aún así de los 90.422 que salieron en 1996 a los 92.217 en 2004 ya son casi 1.800 más. Por aquellos primeros años del siglo XX el acto ya acababa tardísimo (no antes de las dos de la madrugada), por lo que Junta Central Fallera siguió rompiéndose la cabeza buscando soluciones. Como algunas no cuajaron como un tercer camino hacia la plaza de la Virgen, un tercer día o desfilar por la mañana también, en estos últimos años se ha optado por empezar media hora antes (a las 15.30 horas desde 2012, en lugar de a las 16.00 de años anteriores), por impedir en la medida de lo posible que desfilen no falleros, y por lo más simple: ir más rápido.
La tendencia al crecimiento curiosamente se rompió en 2015, cuando de las 105.740 personas que salieron en la Ofrenda en 2014 hubo una bajada significativa hasta las 100.302. El siguiente año volvieron a descender, aunque no llegó a 300 la diferencia, para volver a subir en 2016 y seguir haciéndolo hasta batirse el récord de participación en 2019, con 108.983.
Ahora bien, en 2020 la Ofrenda no se celebró al suspenderse las Fallas por culpa de la pandemia de covid-19, un hecho inédito desde que se celebra. En 2021 se recuperó, pero no en marzo sino en septiembre, cuando tuvo lugar la semana fallera. Fue atípica por muchos motivos, empezando por las fechas en las que se celebró (3 y 4 de septiembre), las cuales obligaron a que hubiera una sesión matinal el segundo día que compensara el empezar más tarde el horario vespertino (a las 17 h en vez de las 15.30), y así evitar las horas de más calor. Además, los recorridos se modificaron, pasando a ser uno por las calles del Mar y Avellanas (en lugar de la calle de la Paz) y otro por las calles Quart y Caballeros (en lugar de San Vicente), por causa de las obras en la plaza de la Reina. Y otros cambios, en este caso obligados por la pandemia, fueron que no hubo público y que había que llevar mascarilla. El calor, la modificación de recorridos y la precaución por evitar contagios, entre otros motivos, hicieron que a muchos falleros y falleras se les fueran las ganas de salir y desfilaron bastantes menos que en 2019.
De esta manera se ha llegado a lo que es la Ofrenda de Flores de hoy en día para las Fallas de Valencia: un acto enorme dentro de la semana fallera que, aunque tiene como figura central una Virgen, no para todo el mundo que participa en él tiene un sentido religioso pero sí que lo tiene siempre fallero. Y por extensión, tiene alcance a todo lo valenciano, porque como anécdota, en 2019 desfiló una representación del Valencia C.F. con motivo del centenario de la entidad.
PARA SABER MÁS:
VV.AA. (1990): Historia de las Fallas. València, Levante-EMV.
PÉREZ PUCHE, F. Y LLADRÓ, V. (1978): Fallas en su tinta: 1939-1975. València, Prometeo.
MOZAS, J. Y MARÍN, J. LL. (2017): “Llegendes urbanes falleres”, Llibret de la Falla El Mocador, Sagunt.
“L’Ofrena 2019 aconsegueix rècord històric de participació“, web Fallas.com [última consulta: 26/10/2021].
DOMÍNGUEZ, MOISÉS (2021): “La participación en la Ofrenda caerá a la mitad respecto a un año normal”. Levante-EMV, 13 de agosto de 2021.
“Ofrenda 2021: horario, recorrido y orden de paso de las fallas de Valencia el 3 y 4 de septiembre”. Las Provincias, 2 de septiembre de 2021.
JIMÉNEZ, T. (2021): “Fallas 2021: ofrenda sin público y mascarilla obligatoria en los actos al aire libre en Valencia”. ABC, 28 de agosto de 2021.