Hace mucho, mucho tiempo, allá por el siglo XVIII, en un lugar de España se ponían en la calle figuras de personajes a quienes se quería criticar, acompañados de versos, y se quemaban la víspera de San José acompañadas de pirotecnia. Lo curioso es que no era València, sino Madrid, y aunque era una fiesta muy similar a las Fallas, se llamaba “Judas”.
Esta desaparecida y poco conocida celebración existió en la capital de España durante el siglo XVIII, al mismo tiempo en que surgieron las primeras fallas de València, y de igual manera que en éstas, no se sabe con exactitud ni cuándo ni cómo fue su origen. Según cuentan las crónicas de entonces, los aprendices de carpinteros construían figuras representando a Judas, las ponían en la puerta del taller y las quemaban por la noche en la víspera de San José, aunque también practicaban esta costumbre en Sábado Santo. Además, en algunos barrios, vecinos y vecinas colgaban monigotes del mismo apóstol de sus balcones el Miércoles Santo, los cuales incineraban el sábado siguiente. A veces, estos ninots no eran uno sino varios sobre un entarimado a modo de escenario, y representaban personas reprobables, igual que lo fue Judas, a las que se les hacía desaparecer con el fuego.
De la escasa documentación conocida sobre estas “Fallas de Madrid”, destaca una carta fechada el 21 de marzo de 1771 en la que se describe cómo era el festejo. En ella, el autor, José de Viera y Clavijo, dice que una de las “majaderías” de Madrid (parece que no le gustaba mucho, seguramente porque él era de clase alta) era la de quemarle a Judas la víspera de San José. Según explica, cada Judas suele constar de entre tres y cuatro muñecos vestidos, representando personajes (da los ejemplos de “majos, franceses, ingleses, guitarristas, volatines, solidados… pero no hay “Judas ahorcados”) y hasta fábulas mitológicas, levantándose sobre escenarios de madera, o con máquinas o cuerdas. Cuando el pueblo se cansa de darle vueltas, arde en un “auto de fe”, expresión que también se utilizaba antiguamente para hablar de la cremà de las fallas. En el mismo texto se menciona el éxito de la fiesta, ya que “todo Madrid se despuebla a ver el espectáculo” y “están las calles cuajadas de gentes”, dando una cifra entre 500 y 600 judas que se “plantan” dispersos por la ciudad.
Relacionados con estos monigotes se han encontrado versos, análogamente a las “explicacions de la falla” que se realizaban en València y que dieron lugar a los llibrets de falla. Concretamente, en la Biblioteca Nacional hay un documento titulado “Versos a los graciosos fantasmones que según estilo antiguo ponen en las calles de Madrid los aprendices de carpinteros la víspera de San José, y luego los queman” donde se satiriza a personas traidoras o tramposas a las que califica de “Judas”, como un galán que lleva peluquín, un sirviente que sisa al amo o un cirujano que para una sangría pone una ventosa.
El ritual de colgar con cuerdas una figura para después quemarla en mitad de la Cuaresma es muy común en toda Europa, llamándose el monigote de diferentes maneras según el lugar, incluyendo la denominación de Judas como pasaba en Madrid. Según Ariño (1992:65-66), el origen de las Fallas de València está relacionado con esta costumbre, como es evidente que también lo es de los Judas de Madrid. Ahora bien, la diferencia entre ambas tradiciones estriba en que mientras que las Fallas se iniciaron como un festejo vecinal (no hay evidencias de que fuera una fiesta del Gremio de Carpinteros, como dice una conocida teoría sobre el origen de esta fiesta), en Madrid sí había iniciativa de los carpinteros (concretamente los aprendices de los talleres) aunque de nuevo sin ser una fiesta gremial. No obstante, en los Judas de Madrid también había participación del vecindario.
¿Y por qué desapareció esta fiesta? Por un motivo muy claro: por la fuerte represión que sufrió de parte de las autoridades. Las Fallas de València también la sufrieron en su época pero sobrevivieron, aunque también fue menor porque contra la quema de Judas de Madrid fue el propio Rey de España de entonces, Carlos III, que decretó su prohibición en 1772 y por tanto, se celebró por última vez en 1771. La orden mandaba “abolir prepettuamentte el ridículo perjudicial abuso de las figuras o esttafermos, que con nombre de Judas se colocan en las calles y Plazas de estta Villa y Cortte, formándose tablados, ó colgándose de los balcones”. Se prohibían tanto las figuras como encender hogueras y utilizar pirotecnia, bajo multa de 20 ducados y 10 días de cárcel.
Según la investigadora de fiestas madrileñas María José del Río, los Judas de Madrid fueron una más de las fiestas que la monarquía suprimió en España y en la capital en particular, por miedo a posibles revueltas que además eran más frecuentes en esta ciudad. El motín de Esquilache de 1766 fue el causante de este temor de los dirigentes a que el pueblo se sublevara de nuevo. Además, las clases altas y el monarca estaban distanciados de las fiestas populares, creando las suyas propias.
PARA SABER MÁS:
ARIÑO, ANTONIO (1992): La ciudad ritual. La fiesta de las Fallas. Barcelona – Madrid. Anthropos – Ministerio de Cultura.
HERNÁNDEZ, GIL-MANUEL; CATALÀ, RICARD; MOZAS, JAVIER i MARÍN, JOSEP LLUÍS (2020): “Falles primitives en el Madrid del segle XVIII: la festa dels fusters i els judes en la vespra de Sant Josep”. Revista d’Estudis Fallers, 24-25, pp. 38-61.