Fallas para falleros y no falleros según Candreu
¿Ya has leído La cremà?

La primera falla de Burriana

Era la noche del 16 de Marzo de 1928, y en la plaza de La Merced de Burriana, delante del convento del mismo nombre, empieza a erguirse la silueta de un monumento, extraño hasta entonces en una calle o plaza de esta localidad castellonense, pero que con los años se haría normal, esperada, admirada… se estaba procediendo a la plantà de la primera falla en Burriana.

Cartel de las Fallas de Burriana de 1945

En los años veinte, Burriana estaba en una época de esplendor económico gracias al buen momento que estaba teniendo el comercio de la naranja, esto, junto con las relaciones mantenidas por dicho negocio entre las gentes de Valencia y de Burriana fue determinante para la aparición de la fiesta. Aparición que se hizo posible gracias a la intervención y al entusiasmo de Carlos Romero Vernia, capellán de iglesia de la Merced, además de ordenanza y pregonero de “tandes” del sindicato de riegos, el cuál lanzó la idea de plantar una falla en una reunión gastronómica con unos  amigos… y allí empezó todo.

En aquella reunión estaba D. Manuel Marti Felis, a la postre presidente de aquella comisión. Según indica el mismo, en una entrevista del año 1966, la falla nació dos semanas antes de  San José, y se pensó en ella como complemento a uno de los sopars  que realizaban, es decir para diversión propia para un grupo de amigos. Pero el proyecto fue a más y después de que el alcalde de Burriana en 1928 D. Vicente Enrique les cediera unos maderos, después de recoger ropa y demás cosas a los vecinos de la barriada, además de haber pedido dinero a los vecinos, los cuales primero se mostraron indiferentes, pero conforme avanzaba el proceso de realización del monumento, iban a buscar al sacristán para colaborar con una peseta,  se comenzó a realizar la falla en el almacén de grano que tenía el presidente de la comisión, con la ayuda de gente de la localidad.

El monumento trataba de ridiculizar al comercio de naranjas con vistosas oficinas y teneduría de libros, forma que fracasaba en la mayoría de los casos, y ensalzar la figura del comerciante tenido por “paleto”, que hacia sus anotaciones en un llibret de paper de fumar y que ponía al dinero ingresado en una jarra grande y pagaba con el dinero de una jarra pequeña. Para ello se puso en un extremo, un ninot  delgado frente una lujosa mesa de despacho y delante de una caja de caudales abierta y llena de telarañas. En el otro extremo un ninot gordo, vestido de labrador y con un enorme puro en la boca, sentado entre una jarra grande con la inscripción “Haber” y una pequeña en la que estaba escrito “Debe”. Todo ello estaba sobre un catafalco cuadrangular, al que se le realizaron pinturas  aludiendo al comercio de naranja de la época. En uno de sus laterales, por ejemplo, un burrianense llamado D. José Borja, que era un buen dibujante y caricaturista, pinto a un comerciante que huía perseguido por labradores garrote en mano. La gente lo asoció enseguida con un hecho acaecido pocos días antes: un comerciante había desaparecido sin pagar.

A la fiesta de esta falla acudió toda la población, así como gente de las poblaciones vecinas, y es que se había sembrado la semilla de lo que hoy es la fiesta más importante de Burriana.


Autor: herminiog (miembro del Distrito Fallas en Telepolis.com)


PARA SABER MÁS:

AYMERICH TORMO, JOSÉ (1996): Burriana, en sus fallas (1928-1936). Tomo I. Burriana, Grup d’Estudis Històrics Fallers.